Para qué se utiliza un robot y qué puede hacer por los humanos

¿Pero a qué puede servir un robot hoy? Según sus capacidades, los autómatas se pueden dividir en robots no autónomos y autónomos.

 

Los robots no autónomos son aquellos que están «controlados» por software, por un programa que define a priori lo que la máquina debe hacer, o directamente por un ser humano (por ejemplo, pensamos en máquinas de radio y control remoto).

 

Por lo general, se usan para tareas muy específicas (ya que están programadas para realizar ciertas funciones), por ejemplo, el Rover para la exploración de Marte o los robots utilizados en la producción industrial a lo largo de las líneas de ensamblaje. Estos son sistemas que logran realizar sus funciones, incluso moverse en entornos hostiles, como los robots espaciales, porque están «controlados» por un programa de software determinista (que define cómo las máquinas deben «moverse» y realizar sus tareas, a menudo repetitivo como los del ciclo de producción).

 

Los robots autónomos, por el contrario, son máquinas artificiales con cierto grado de autonomía y son capaces de elaborar respuestas, encontrar soluciones y resolver problemas en situaciones inesperadas (es decir, no programadas por el software). Estas son máquinas que generalmente no están programadas con soluciones de software deterministas (típicas de la informática tradicional) sino con algoritmos utilizados a través de diversas técnicas de inteligencia artificial (algoritmos genéticos, lógica difusa, aprendizaje automático, redes neuronales). Por lo general, son sistemas móviles capaces de «percibir» el entorno circundante (a través de varios sensores), de moverse en diferentes entornos y de llevar a cabo acciones y tomar decisiones de acuerdo con el contexto en el que se mueven y operan.

 

Un ejemplo muy común de este tipo de autómatas son las aspiradoras robotizadas o los robots de jardín que deciden cuándo partir, qué ruta tomar y cuándo recargar de forma independiente.

 

La madurez de la inteligencia artificial es, de hecho, el motor principal de la nueva generación de robots, quienes pueden «desarrollar independientemente» nuevos algoritmos para su funcionamiento.

 

De hecho, los robots de primera generación son máquinas programadas capaces de realizar solo secuencias de operaciones preestablecidas (incluso sin la presencia del hombre, pero en cualquier caso sin ningún «grado» de autonomía).

 

Los robots de segunda generación son robots autónomos capaces de realizar funciones y tomar decisiones a través del aprendizaje automático que les permite enfrentar situaciones no definidas previamente por el software.

 

Los robots de tercera generación son aquellos capaces de construir nuevos algoritmos (sin intervención humana) y verificar independientemente su consistencia con respecto a las tareas que deben realizar o los objetivos que deben alcanzar.